ESCALERAS
La escalera desciende,
los peldaños desiguales me hacen
tropezar.
El vértigo se ata a mi cuello
y la fuerza de la gravedad
me enreda los pies.
La caída es irremediable.
Mis rodillas sangran.
Dolorido, me levanto.
Un poco más allá,
la orilla de un lago subterráneo
me brinda su frescura.
Me sumerjo hasta el pecho,
respiro hondo
y me quedo
dormido.
No, no duermo.
Esto no es más que el decorado
de los desvelos que me acechan.
LECCIONES EN
DUERMEVELA
El maestro viene a buscarme con
inusitada algarabía.
A trompicones me saca de mi cueva
de anacoreta
mientras sermonea el decálogo de
siempre.
Su discurso ecuménico vaticina
grandes propósitos.
Salimos, tomados del brazo, con
precipitación.
Cuando llegamos a la sala de
juntas están reunidos.
Dos sillas frías aguardan el
tacto de nuestra carne.
El consejero jefe me mira a los
ojos y todos le imitan.
Busco la presencia del maestro,
pero ya no está.
Los trajes de chaqueta y las
corbatas imponen su credo.
Cuando bajo la vista, naufrago en
el estupor,
¡voy en pijama!
Por fortuna sigo dormido
(o eso creo).
NOCHE DE LOBOS
A horcajadas de una promesa vana
aderezo las tinieblas con la luz
de un farol,
pero el suplicio habita en
terribles palabras
escritas con tinta indeleble en
el reverso de los ojos.
Dicen que la noche en el monte es
para los lobos,
me pregunto para quién es la
noche en esta selva
de cemento y luciérnagas
artificiales.
Quizás es el momento de bajar de
mi cabalgadura
y seguir a pie,
y seguir a pie,
lejos del riesgo controlado
que se compra en las esquinas.
que se compra en las esquinas.
SIC TRANSIT GLORIA
MUNDI
La estatua de ceniza alberga una
minúscula fracción
del eco de un latido atado a las
agujas de un reloj
para recordarnos que el tiempo de
las nueces profetiza
la eternidad blanca de las
cadenas de hielo.
Temo cerrar los ojos cuando el
aire acondicionado
de las salas del tanatorio se
divierta mezclando las moléculas
y expanda la ofrenda de un
suspiro póstumo,
convertido en polvo coloreado por
los tubos fluorescentes.
A estas horas extrañas,
Lomonósov y Lavoisier pasean de la mano
Lomonósov y Lavoisier pasean de la mano
por el jardín que abraza el
perímetro de mi sombra
y el susurro de su conversación
indescifrable
infesta de ampollas el último
bastión de mi sosiego.
FARMACIA DE GUARDIA
Las persianas metálicas custodian
el sosiego
y los carteles apagados anuncian
que no son horas
para pasear por las calles
céntricas.
Buscas el verde intenso del
rótulo
que corona la farmacia de guardia
que habito.
Frente al mostrador derramas tu
mirada suplicante,
mi bata blanca se salpica de
ternura.
Esta vez no te daré las pastillas
sin receta médica
y mi gesto serio sale al paso de
tu sonrisa.
Dos minutos más tarde, te marchas
con la medicina.
Me resigno a la eterna derrota
mientras me tomo un café
endulzado
con mis intenciones vacías.
con mis intenciones vacías.
No tengo voluntad para negarte
un gramo de consuelo.
un gramo de consuelo.
LOS DEMONIOS
SALEN DE PASEO
Al brocal húmedo
del insomnio
se asoma una
mirada esclavizada
por las hebras
de la luz de la luna.
En el arrullo
del tiempo inhóspito
se abre una
bahía para escapar
de la tormenta.
Los juncos
enraizados en la cabeza
se cimbrean
según la brisa
como veletas
mercenarias
hasta que un
leve pestañeo
encarcela
los demonios.